Sebastían Díaz Iglesias
Publicado en la revista Piedras con raíces
Si hablaran las fuentes serían como un libro abierto, un libro de historia y de historias, un libro sobre vidas y sobre historias de vida, sobre pensamientos, conocimientos, sentimientos y creencias de toda aquella gente que un día optaron por ir a echar un trago de sus aguas, a dar de beber a sus animales o simplemente a sentarse en su pila y hablar de trabajo, de amores y de mil cosas más, pero también un libro que se está escribiendo en este momento, con nuevos agentes, nuevos papeles sociales para ellos y nuevas circunstancias a partir de las cuales construir el escenario en el que se desarrolla la vida hoy día; un libro que nos habla de pensamientos, conocimientos, sentimientos y creencias de todos los que vamos a beber un trago de su agua para calmar nuestra sed de agua y de relaciones sociales.
Las fuentes nos hablarían de que la gente que aún anda por su vereda, lo hace más por placer que por trabajo, y eso se nota, porque son distintos los andares. Ahora está de moda recuperar antiguos caminos, participar en grupos de senderismo, quedar a comer en el campo con la familia o los amigos, pasear en plena naturaleza, en definitiva, volver a esas fuentes casi olvidadas, echar en ellas un trago, disfrutar con la belleza de sus formas, el sabor y el sonido de su agua, dedicarle algún que otro requiebro, como si de una dama galanteada se tratara, y dejarla allí para placer de otros andadores de caminos. Si las fuentes se decidieran a cambiar el monótono sonido del agua al fluir desde el caño y chocar contra ella misma, por esa voz de arrullo que tanto ensalzaría su belleza material, podríamos escuchar de ella también lo que no está escrito en los libros, porque las fuentes hablarían con la voz y la palabra de la tradición oral, sirviendo como canciones, cuentos, refranes, dichos, romances y otras formas del saber popular en las tareas de enculturación que cada sociedad pone en marcha para preparar a sus nuevos miembros, para indicarles cómo funciona el grupo, qué normas rigen el modelo de convivencia en él y cuáles son los comportamientos socialmente adecuados o inadecuados en su seno. Si las fuentes hablasen los antropólogos las tendrían entre sus más preciados informantes, por la cantidad y calidad de sus testimonios, la objetividad en sus comentarios y el saber que su presencia, en nada puede haber alterado los comportamientos y prácticas sociales sobre los cuales podría hablar sin tapujos. Sería un informante de los mejor informados, un informante clave, a través del cual acceder a todos los grupos de personas que componen la sociedad, porque a una fuente, en uno u otro momento, suelen acercarse hombres y mujeres, niños, jóvenes, adultos y viejos, lugareños y forasteros, gentes de diferente clase social, en definitiva, miembros de cualquier colectivo emergente a través de parámetros de semejanza/diferencia en el seno de un grupo social, y eso antes y ahora.
También podrían cantar las fuentes, o al menos con cantares dejarse oír en coplas que otrora las hicieran tan importantes para enviar enamorada mensajes a un hombre, para enviar galante piropos y lisonjas a una mujer, para hacerse fuerte ante un desengaño amoroso, para recriminar una actitud degradante y para tantas cosas más.
Cuenta Piornal con no pocas de estas fuentes de las que aún se puede beber su agua transparente, fría y un tanto desalada, pues son estas fuentes de montaña que no gustan de vivir entre casas, sino en plena naturaleza, aderezado su entorno con el verde del paisaje. Es el caso de la fuente de Peña Negra, Oliva Martín, los Praos de la Lucía, la Trampa, el Esperón, Beceíllas, los Juntanales, el Zauce, la Zajurdilla, la Joya, la Fuente Matea, las Barquirizuelas, las Tinas, Piedilla, Navarredonda, Rozaluna y algunas más. Cada una con una historia intensa y unas ganas locas de salmodiarla o, al menos, de que alguien la cuente antes de que los últimos que la conocen se vayan para siempre con el secreto bien guardado. Dicen de la fuente de Oliva Martín que allí bajaba a beber la Serrana, aquella fiera con medio cuerpo de caballo y otro medio de mujer que mataba a todo hombre que pasaba por las inmediaciones de su cueva, situada a unos pocos metros de la fuente, muy cerca del camino entre Garganta de la Olla y Cabezuela del Valle, y que allí cerca se encuentra la "china", piedra de arroba y media que, según cuentan, la Serrana lanzó con su onda al joven que huyó indemne de su cueva y acabó por delatarla. La fuente de la Trampa está ubicada a pocos metros del agujero empedrado que bien disimulado, oculto con ramajes en el suelo, constituía una trampa mortal para los lobos que, inocentes, caían en él para después ser sacrificados, en su huida temerosa de las voces, gritos, toques de campanas, tiros, y ruidos causados por cualquier objeto sonoro golpeado violentamente sin descanso, los días en los que los piornalegos salían en su busca; "a lobos" que se decía.
Y así podríamos seguir hablando de estas y las otras fuentes, hasta rellenar hojas y hojas. Pero no es este el cometido de lo que resta de este artículo, sino mostrarles cómo son y para qué sirven o han servido estas fuentes, con palabras e imágenes. Ciertamente en una localidad tradicionalmente ganadera como Piornal, estas fuentes han tenido una importante funcionalidad asociada a la importante cabaña caprina que hasta mediados del siglo XX dominó la economía piornalega. Hasta esa fecha prácticamente todo el mundo en Piornal tenía cabras, y para que éstas bebieran cuando iban en piara, qué mejor que fuentes con un buen puñado de pilas a las que pudieran acercarse muchos animales al mismo tiempo. Con este objetivo se hicieron y con este han permanecido durante mucho tiempo.
El final de siglo ha supuesto para estas fuentes un auténtico revulsivo ya que la proliferación de grupos de senderismo o personas interesados en esta forma de ocio, las ha devuelto un protagonismo que habían perdido. Cierto es que ahora las fuentes no tienen la funcionalidad que antes se las otorgara, aunque no es menos cierto que su importancia ha crecido en otros terrenos, especialmente el simbólico. Estas fuentes de varias pilas, perdidas en el campo, ocultas entre brezos o entre ricas hierbas bien regadas por su agua, remiten a un tiempo pasado, a una forma de vida diferente a la actual pero de la cual procede ésta y constituyen auténticos emblemas de identidad para los pueblos, una identidad que lucha por mantenerse ante los envites de una globalización de gran voracidad. Son estas estructuras de roca, de formas toscas, poco labradas, que generan un contrapunto paisajístico de gran belleza con la flora que la envuelve, las que sirven a la gente para anclarse, como ellas lo están, al terruño que les vio nacer, como le sirven los símbolos presentes en sus fiestas o sus músicas de tradición oral.
Desde hace unos años en Piornal, algunas de estas fuentes han sufrido ciertas remodelaciones, con el cemento como principal protagonista en su nueva indumentaria, cemento para aumentar su cabida, retocar sus "desperfectos" o anclar añadidos. Las hay que muestran gomas negras de poliéster saliendo de su interior, gomas que recorren varios kilómetros desde su origen hasta, a modo de estructura arborescente, ramificarse y llevar el agua a cada uno de los huertos que se sitúan tierras abajo. Otras, más profanadas en su estética, se han visto ampliadas con nuevas pilas, que no son otra cosa que bañeras de las utilizadas como sanitarios para los servicios y aseos. Con ellas el granito azul, de textura rugosa, cubierto de musgo y bañado en algas, se ha visto compartiendo estructura con bañeras blancas y lisas, de impecable pulido. Tras unos años en los que las fuentes simbolizaban una forma de estética y belleza que remitía a lo tradicional, algunas de ellas nuevamente han adquirido la funcionalidad antigua, la de servir para que beban a la vez varios animales, y ello como motivo de la novedosa utilización de ciertas zonas para pasto de vacas.
Seguramente el tiempo acabará por acostumbrarnos a las fuentes tal y como la actualidad no las enseña, con una amalgama de elementos viejos y antiguos complementados con otros nuevos y modernos; en todo caso, aún en un futuro mantendrán en su agua, en sus rocas y sus bañeras un impresionante tesoro etnográfico al que podremos acceder a poco que las hagamos hablar. Vayamos a las fuentes, bebamos de su agua, escuchemos sus sonidos, olamos sus aromas, toquemos su cuerpo, observémoslas y pensemos en ellas como estructuras con contenido social y seguro que ellas acabarán por hablarnos, sin duda. FOTOGRAFÍAS:
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