Nuestros cabreros
 

Marco Aurelio Sánchez Moreiro
Veterinario de la Consejería de Agricultura y
Medio Ambiente de la Junta de Extremadura.
Artículo publicado en el Nº 25 de la Revista Veleílo
Enero 2003

Chivarras

La cabra fue la especie ganadera más emblemática de la sierra Piornalega. Pero llegó el progreso y se llevó la cabra y al cabrero. Nos puede parecer Ley de vida, y puede que no nos interese demasiado la cuestión. Sin embargo pondríamos el grito en el cielo si se nos dijera que lo que estamos perdiendo es parte de nuestro patrimonio cultural.

No podemos evitar la desaparición del medio de vida más duro del medio rural: el cabrero serrano. Ni siquiera podemos aspirar a mantener su bagaje cultural. Y es que mientras otras tradiciones pueden transmitirse, aún de forma residual, como las historias, los cuentos y leyendas, los bailes, la artesanía desde la cestería a los bolillos, pasando por la guarnicionería, la matanza tradicional, y tantas formas de cultura relacionada con nuestros pueblos, la ganadería de cabras es una actividad en extinción, abocada a desaparecer y además con el beneplácito de todos. Nos molesta el ganado, sus moñigas diminutas y su olor intenso. Le hacemos responsable de la deforestación, de la desertización y hasta del agujero de ozono. Nos molesta la cabra, el cabrero y hasta sus campanillos.

Cabrero
Foto del libro "Entre la Vera y el Valle"

Pues sepamos que con la desaparición del cabrero se va una colección de vocablos que detallan taxonomías ganaderas como cabritos, (hasta los tres meses) cabriolos (hasta los 6 meses) chivos/as (hasta los 12 meses) chivarras (de 1 a 2 años), igúeas (de 2 a 3 años), sobreprimalas (de 3 a 4 años) cabras (de más de 4 años), "de saca" (viejas), "jorras" (hembras sin preñar), machos (semental) y castrón (macho castrado).

Con los campanillos desaparecen "zumbas" o campana muy grande de forma apucherada, boquiestrecha de uso en machos "punteros" y sonido "muy grave y "en seco", la "media zumba" o campana con la forma y sonido de la anterior pero menos grande, y de uso en "capones" y "jorras", "las medianas" para el grueso del rebaño, los "piquetes borregueros" de tamaño mediano, forma abombada, rectangular, y sonido grave para reses grandes, "el piquete pedrero" que además es boquiancho y sonido "en claro", las playeras, los pedrerillos, las piquetas, las peseteras, la realera, cascabelas, cascabeles y cascabelillos, cuyas formas sonidos y destinos son específicos y que también se los lleva el progreso.

También se lleva todos los términos que definen las señales auriculares con que cada cabrero identifica sus animales, como zarcillo, puerta, cercella, remisaco, golpe, espuntá, aguzá, jendía, jorca hoja-higuera.

Se va el precario mobiliario cabrero, las tozas, tajillos, sentaeros, los enseres como esprimijos, mecedores, dornajos y camellas para abrevar el ganado, los complementos y vestimentas como zajones, zamarras, calzones, albarcas, guarcharras, leguis, morrales, y otros útiles domésticos como liaras , cuernas miganderas, cachapos y bocinos.

Ahora se reconoce por el Consejo Asesor de Antropología Cultural y Patrimonio Etnográfico la importancia dialectal de este léxico, que debiera ser razón sobrada para motivar su recogida y salvaguarda.

Ahora nuestros cabritos se envían a Galicia y Cataluña para abastecer las cocinas de renombrados restaurantes para degustación de manjares que aquí no apreciamos. Y los cremosos quesos de cabra se venden a precio de oro en tiendas especializadas que los reciben con cuentagotas, mientras nosotros consideramos el queso de cabra "poco digno" para nuestros paladares adaptados a la comida envasada, adicionada e importada.

Ahora las Administraciones Públicas incentivan las producciones ecológicas pero estallan los escándalos alimentarios porque el farol que alumbra es la economía de mercado y el ánimo de lucro. Y mientras, nuestros cabreros se jubilan anticipadamente.

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© Víctor A. Díaz Calle. 1997-2003