- Todas las tardes después de salir de escuela, con un moldico de pan, un cacho de morcilla y unos jigos secos en el bolsillo, veníamos a jugar a la Obra.
- Unas veces jugábamos a las cuatro esquinas, otras a la malla, a zurriégame los colchones… ¡A todo lo que se emparejaba!
- ¡Y los días de fiesta, no habíamos terminado de gincalnos el caldo o los cuatro garbanzos y ya estábamos en la Obra otra vez.
- Un domingo, a eso de las dos y media o las tres de la tarde, pasó el padre de éste por allí; iba a jugar la partida al casino de tío Fraguero o al bar Tablón… Al vernos, dijo: iros a jugar a alguna casilla, que aquí os vais a quedar arrecius del todo.
- Cuando a las ocho o las nueve de la noche volvió a pasar y allí estábamos todavía, acurrucaus cada uno en una esquina y dijo: ¿todavía estáis ahí, jodiu granidu?