Canciones de retadores

Valeriano Gutiérrez Macías
Académico de la Real Academia de la Historia
Texto publicado en el Boletín del Colegio de Doctores
y Licenciados en Filosófía y Letras y Ciencias
Abril 1989

Revista Veleílo, nº 13
Invierno 1995

El investigador de pura vocación y de raza, además de internarse en diferentes centros y dependencias, archivos y bibliotecas -en los que no suelen faltas joyas bibliográficas- tiene que viajar mucho y otear nuevos e interesantes horizontes para completar su búsqueda afanosa.

Los valores genuinos e imperecederos del ayer deben ser rescatados del olvido como una seña más de nuestra propia identidad. Y para ello hay que acudir a todos los medios.

En nuestra labor investigadora del rico folklore de Extremadura, la región cetro-occidental española, hacemos un recorrido por el Valle, la Vera y Piornal, paso de la una a la otra. Después de contemplar el maravilloso paisaje, nos detenemos en los pueblos que conservan su preciado hontanar -no obstante, los cambios experimentados en alguno, sus calles y espacios urbanos-, bien merecedoras de plumas devotas y entusiastas de sus notas señeras.

La localidad serrana de Piornal, situada a 1160 metros de altitud, más conocida como "techo de Extremadura", hasta principios del siglo XX y aún avanzado el mismo, los mozos han sostenido encuentros brutales unos con otros, en desafíos verdaderamente sangrientos.

Se colocaban en las esquinas de las calles, y sobre todo por las festividad de Todos los Santos, proferían la siguiente expresión:

- A ji ji !!!

Era el grito del reto.
Los mozos apostados en otra esquina, contestaban:

- A ji ju !!!

Acto seguido se iniciaba la llamada bolea. Consistía ésta en arrojarse una lluvia de piedras. La lucha terminaba siempre en el manejo de los cuchillos de cruz que guardaban y que habían heredado de sus antepasados, abuelo, padres… que tenían en mucha estima. Los cuchillos de cruz se conservaban con el mayor esmero. Habían sido elaborados en las fraguas de la localidad y se guardaban en fundas de cuero.

Raro era el año que no había alguna víctima tras estos combates, con serias heridas, cuya gravedad ocasionaba la muerte en la mayor parte de los casos.

En las reuniones familiares y de resolana, antes de la fecha indicada, solían decir los vecinos, como si fuese una premonición:

- ¿Quién caerá este año? ¿A quién le tocará este año?

A estos tremendos y trágicos retos pertenecen las coplas populares de los retadores:

El que no quiera morir
al soplo de mi pistola
que deje la calle libre
que la necesito toda.

Nada menos que la calle entera necesitaba el mozo retador.

El mozo que sea pincho
y en la calle me lo encuentre
ya puede buscar deprisa
un cura que lo confiese.

Dicen que me andan buscando,
serrana los tus parientes;
diles que salgan al campo,
que allí se ven los valientes.

Esta noche se va a ver
el puñal de más acero;
no es el tuyo, que es el mío
y otro de mi compañero.

El sereno de mi calle
me quiere quitar la novia.
Esta noche va a sobrar
sereno, chuzo y pistola.

Yo me estoy resistiendo
y tú me está provocando;
te mataré como a un perro
si nos sigues molestando.

Esta copla popular piornalega alude a un mozo a quien la novia abandonó por haberse enamorado de otro.

Conforme puede apreciarse, los retadores tenían su chispa y la ponían de manifiesto en sus expresiones, aquí recogidas.

Es de todo punto necesario hacer constar que el culto a la amistad entre los mozos piornalegos era verdadero, como si dijéramos sagrado. Ninguno dejaba atrás a su amigo, por muy herido que estuviese.

La calle de mi morena
no la pasean chavacales1
que todos son buenos mozos,
con garrotas y puñales.

Las garrotas las hacían de joranzo, madera blanca, muy dura, por lo que el golpe ocasionado era parecido al producido por una piedra de granito.

La estrofa anterior manifiesta que los mozos estaban defendidos con sus armas blancas y contundentes, dispuestos a todo.

Estos terribles retos se llevaban a cabo también en los pueblos de los alrededores de Piornal, y aún distantes del mismo, como Barrado, Montehermoso, Pozuelo de Zarzón, etcétera.

Afortunadamente, con el transcurso del tiempo y el avance registrado en la cultura y las costumbres, se fue superando esta pugna, que vino a desaparecer en la década de los años cuarenta.

Los quintos, en sus celebraciones, tenían también letrillas que azuzaban al instinto guerrero, patrimonio de los fuertes y de los valientes, que hacían de estar probando constantemente su valor ante los demás, dando testimonio de su hombría y fiereza masculina:

Soy quinto, que lo pinto,
y no me meto con nadie,
y el que se meta conmigo
luego verá como sale.

En Ahigal, los quintos tenían también canciones "de guerra" que aludían a la valentía de que debía dar siempre muestras el mozo:

Yo soy quito de hogaño
y no me meto con nadie,
y al que se meta conmigo
las tripas le pongo al aire.

De esta calle soy el amo,
porque vive aquí mi novia,
y si alguno no lo sabe,
lo aprenderá de memoria.

Somos quintos y eso basta
p'a rondar por este pueblo
y si alguno se molesta,
que se vaya al cementerio.

Antonio Machado, quizá nuestro poeta más leído y universal, hizo un acabado retrato de la España del ayer, en "El mañana efímero", cuyos versos iniciales definen el clima y el tiempo en que ocurrían cosas como las que hemos contado:

La España de charanga y pandereta,
cerrado y sacristía
devota de Frascuelo y de María,
de espíritu burlón y de alma inquieta,
ha de tener su mármol y su día,
su infalible mañana y su poeta...

El autor de este trabajo considera obligado hacer constar que buena parte de las estrofas populares contenidas en el mismo, se deben a la generosidad del profesor de EGB José Calle Escudero, que durante su vida profesional ejerció de las localidades de Jerte, Garganta la Olla y Piornal, preciosos pueblos del Valle y la Vera, pertenecientes a la alta Extremadura.

No podemos poner punto final sin resaltar las connotaciones etnográficas de Extremadura, aquí registradas, revisten el mayor interés.

1.- Término que es derivación de chaval y hace alusión a persona poco importante, a la que no se le puede tener miedo de ninguna clase, ya que resulta en verdad inofensiva. La palabra es originaria de Piornal.

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© Víctor A. Díaz Calle. 1997-2002