Viejas y nuevas clases de cerezas

Un piornalego del que sólo conozco que firma como "Un cerecero" me ha enviado el texto que os pongo más abajo, pidiéndome, si tenía a bien, que lo publicase en la página. Su única pretensión, dice, es expresar una opinión personal y querer compartirla con vosotros.

Un cerecero
Junio 2006

Soy consciente de las “ventajas” que han traído a Piornal, y al Valle entero, la implantación de las nuevas clases de cerezas y las razones por las que se han arrancado tantos “viejos cerezos” de Pico Negro, Pico Limón, Pico Colorado e incluso Ambruneses, para ser sustituidos por otros de las llamadas “clases nuevas”, Bourlat, California, Lapins, Sumburst, Sumit, etc …

Los “viejos cerezos” eran árboles grandes, de un tamaño casi enorme en algunos casos, viejos en su mayoría. Si exceptuamos los últimos años que las motosierras han cumplido su implacable trabajo con los cerezos, en Piornal nunca se fue muy propenso a las podas y a los remondes cuando los cerezos estaban en periodo de crecimiento, permitiendo que los arboles, con el paso de los años, llegaran a tener un tamaño que dificultaba mucho su recolección cuando eran adultos, necesitándose para ello mano de obra ciertamente especializada para coger sus frutos.

A los cerezos había que subirse, además de con la cesta, con un soga de un montón de metros para dar la cesta cuando se llenaba y para atar los ramos, acercándolos al tronco para coger mejor sus cerezas. Cumplía la soga en estos casos otra utilidad impagable, como era la de poder colocar los pies sobre ella para ayudarse a mantener el equilibrio en las alturas.

Por contra, los cerezos de las “clases nuevas” son de escaso tamaño. Además se les ha injertado casi a pie de tierra, se les ha podado muchísimo más a que a sus predecesores para que no crecieran, consiguiendo que la mayoría de sus cerezas se recojan desde el suelo o con una escalera, no teniendo en muchísimos casos necesidad de subir al árbol, o si hubiera que hacerlo, las alturas y las dificultades para recoger las cerezas son considerablemente más pequeñas. Cualquier hombre, mujer, muchacho o jornalero de lejana procedencia, que no haya visto nunca un cerezo… puede coger cerezas, con un escaso o nulo periodo de adaptación.

Por otra parte, un cerezo de las “nuevas clases”, le plantas y a los cuatro años estás cogiendo cerezas…, si pones un ambrunés, uno de pico negro o colorado, te tiras siete u ocho años sin agarrarlas.

Si hablamos de rendimiento en Kg recolectados, también aquí los “viejos cerezos” salen perjudicados. La gente estaba cansada de que la producción de determinadas clases de esos “viejos cerezos” fuese escasa con demasiada frecuencia. Entre otras causas, con el elevado número de fumigaciones –curas- a los que hemos sometidos a estos cerezos, hemos ido matando las abejas que polinizan sus flores, provocando que su redimiento en Kg fuera cada vez más escaso. Las “clases nuevas” se autopolinizan unas con otras, no les son tan necesarias las abejas y se cargan de cerezas prácticamente todos los años.

Las constantes enfermedades casi intratables, especialmente el chapulín del Pico Colorado y otras por el estilo, han provocado a la gente casi desistir de su cultivo y recolección, tendiéndose a arrancar la mayoría de estos cerezos.

También había que adaptarse a los nuevos tiempos, ahora la mayoría de la gente tiende a ir a coger cerezas sólo por la mañana, hacen su carga y a comer a casa. Por la tarde se escogen en el garaje y se llevan a la cooperativa. Es evidentemente más fácil hacer una carga “decente” por la mañana, cogiendo en cerezos pequeños en los que todo el mundo coge por igual, que tener que coger en cerezos de los viejos, en los que había que pasarse todo el día subíos en las cogollas, atando ramos y dando la cesta con la soga…

Hace escasos años, la provincia de Cáceres, y dentro de ella la mayoría provenía del Valle del Jerte, suponía el 80 por ciento de la producción cerecera de toda España, en la actualidad sólo representa el 15 por ciento. Las “nuevas clases” que hemos hablado más arriba se cultivan y “se dan bien” en todas partes, provocando su abundante producción un descenso acusado de los precios, por la sencilla e implacable ley de la oferta y la demanda.

La competencia internacional también crece, ya están entrando en los mercados españoles cerezas procedentes de países extranjeros. La previsible próxima incorporación de Turquía a la Comunidad Económica Europea no hará más que agravar el problema, al tener su abundante producción de cerezas todo tipo de facilidades para la llegada hasta nuestro mercados. La calidad de las cerezas de la gama de estas “nuevas clases” es parecida a las que producimos en el Valle. Es obvio que la mano de obra en esos lugares es muchísimo más barata, hecho que traerá consigo que sus precios podrán ser sensiblemente más asequibles para el consumidor, reventando los nuestros, como ya está empezando a ocurrir ahora.

Por el contrario, las variedades de picotas -Pico Negro, Pico Limón, Ambrunés y Pico Colorao- son casi exclusivas de las zonas del Valle del Jerte y son las que mejor salida tienen a los mercados extranjeros de Alemania o Inglaterra por poner unos ejemplos. No conozco otras zonas, españolas o extranjeras, que produzcan estas cerezas. Mi duda y mi pregunta es si no nos hemos equivocado eliminando la cantidad de este tipo de cerezos que hemos sustituido por esas “clases nuevas”, de las que no tenemos la exclusividad y nos encontramos con tanta competencia.

Hace poco escuchaba en la televisión a unos empresarios del Levante español que se quejaban porque los precios de sus zapatos y sus muebles estaban siendo “machacados” por el aluvión de material del mismo ramo, provenientes de China y otros países asiáticos, en los que el bajo costo de la mano de obra les permitía reventar los precios y, como consecuencia la desaparición del negocio que llevaban durante varias generaciones explotando estos empresarios del Levante español. Comentaban que las dos únicas soluciones para salvar sus negocios y poder seguir compitiendo, eran la especialización y el aumento de la calidad de sus productos, algo de lo que carecían los productos asiáticos.

Es manifiesto también el desmantelamiento de fábricas ubicadas en ciudades industriales españolas, y como consecuencia la cantidad de trabajadores que se quedan sin trabajo, y el éxodo de estas fábrica a países, generalmente del Este y asiáticos, con los que no podemos competir en el precio de la mano de obra.

Llevando todo esto al tema que nos ocupa de nuestras cerezas, ¿no nos estaremos equivocando suprimiendo de nuestros huertos las únicas cerezas “especiales y de calidad” que disponíamos, sustituyéndolas por otras de las cuales el mercado se encuentra inundado, que aún se inundará más y con precios que nos será difícil competir y subsistir?, ¿no hubiese sido más conveniente haber ido sustituyendo progresivamente nuestros viejos cerezos de las picotas por otros del mismo tipo, incorporando las mejoras adecuadas de agricultura ecológica que disminuyesen el número de curas, podándolos convenientemente etc…? ¿no estaremos matando la gallina de los huevos de oro, con el oro fácil de estas clases nuevas, con mejor presencia, rapidez de producción, facilidad de recolección…, pero con peor calidad y sabor y, lo peor de todos, con muchísima mayor competencia?.

Sinceramente, me da miedo las consecuencias que para la economía piornalega, y para la del Valle en general, a la larga puedan provocar el cambio y el abandono de la “especialización” en la producción de nuestras cerezas de siempre y el salto hacia cerezas de inferior calidad y, como vengo repitiendo desde que empecé estas líneas, con muchísima más competencia.

Un cerecero

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© Víctor A. Díaz Calle. 1997-2006