Juan María Calles
La fiesta del Jarramplas de la localidad extremeña de Piornal (Cáceres) es una singular manifestación colectiva donde mediante una multiplicidad de festejos populares asistimos a una elaborada legitimación de la violencia social. El Jarramplas constituye un claro ejemplo de cómo la violencia resulta institucionalizada y reglamentada, de modo que se ejerce sobre el "chivo expiatorio" en el marco del folclore campesino español. En la actualidad, la fiesta del Jarramplas aparece ligada a la celebración de San Sebastián, pero resulta evidente su relación con otras celebraciones procedentes de la evolución de ritos de fertilidad y de paso/expulsión del invierno.
El filósofo José Jiménez nos enseñó en su libro El ángel caído el "lugar donde germinan las imágenes". En efecto, la estética contemporánea nos ha enseñado que el arte puede servirnos de consuelo cuando el entorno es tan hostil y violento que se vuelve inhabitable. Y una vez más la tradición se convierte en un rico manantial de sabiduría, donde mediante un lenguaje simbólico y de forma sincrética, la fiesta apunta hacia el origen del mal y hacia su remedio, pero de modo ficticio y especular. Sabemos que el hombre del Renacimiento poseía aún una unidad de visión anterior a la confusión de la imagen y la escisión de la mirada en la cultura contemporánea. Precisamente esa supuesta pluralidad de nuestra mirada 'postmoderna' dificulta la percepción unitaria de las manifestaciones simbólicas. Pero vayamos a los hechos.
El día de San Sebastián, desde la iglesia parroquial, Jarramplas vuelve a salir por la mañana y recibe los lanzamientos 'nabales' de todos aquellos que quieren participar en la fiesta. En este día Jarramplas acompañará al Santo tocando el tambor en la procesión que se celebrará en su honor. Esa misma tarde, Jarramplas asiste al Rosario y Besapiés, a la subasta y la subida del Santo al trono. Durante años, los vecinos esperan para poder ocupar el puesto de Jarramplas y así cumplir una promesa o manda, soportando el castigo popular.
1.- La vejación pública y el sometimiento a los símbolos religiosos. El Jarramplas es vejado públicamente mediante "batalla de nabos", con reminiscencias quevedianas de La vida del Buscón. Ahí Quevedo asocia tales castigos a brujas, herejes, alcahuetas y hechiceras. Elementos "extraños, extranjeros" a la comunidad, en todo caso. En ambos casos aparece como elemento común el "gorro cónico" ya clásico en la cultura vejatoria. Pero siempre Jarramplas marcha en la procesión de espaldas y camina mirando a San Sebastián.
También en la fiesta del "Gracioso" de Nuñomoral (Cáceres), en pleno corazón de Las Hurdes, el día uno de febrero, los protagonistas suben a la sierra a cortar un árbol que adornan con cintas de colores y roscones, es la fiesta de "El ramo de San Blas". El "Gracioso" y los danzantes, haciendo sonar castañuelas y cencerros, bailan a la puerta de la iglesia en incluso apuntan amenazadoramente hacia el sacerdote. Como apunta José María Domínguez Moreno, los papeles suelen funcionar como representaciones plásticas del mal, la infertilidad y la muerte: "Los lanzamientos al Jarramplas encaretado procuran no ya la expulsión, sino la potenciación fertilizadora mediante el simbolismo del toro que ostenta".
En la mañana del día 20, los actos religiosos comienzan con la procesión de San Sebastián, y la comitiva religiosa se abre con una cruz plateada y el "Jarramplas" descubierto, sin máscara, caminando hacia atrás, seguido también de un coro de muchachas vestidas a la antigua, tal vez residuo de las bailarinas que interpretaban la "Danza del Jarramplas".
3.- Elementos simbólicos. El traje de Jarramplas lo componen chaqueta y pantalón blancos, de los que cuelgan una infinidad de cintas multicolores. La máscara tiene forma cónica, dos cuernos laterales, cerrados, voluminosos, y una enorme nariz. Del vértice superior de la máscara cuelga una cola de crin de caballo. Un correaje cruza los hombros y sostiene el tambor que apoya en el pecho. A lo largo del año se confecciona el traje, las máscaras, las cachiporras y el tamboril. Como nos señala Feliciano Calle, en el traje de Jarramplas se pueden hallar elementos relacionados con la fecundidad como la cola de caballo, los cuernos y el desaparecido árbol bordado en la chaqueta, así como el rabo de tela.
Del mismo modo, y como en otras muchas celebraciones invernales, los muchachos y muchachas tienden a emplear vegetales para los lanzamientos, e incluso nieve, elementos representativos de la fertilidad del campo. Existe toda una simbología común del trato vejatorio a personajes cifrada en gorros, plumas, paseos en burro y a caballo, porras, visitas a viviendas y escarnio callejero. Buena parte de esta simbología aparece, aunque de modo cada vez más velado, en nuestra fiesta del Jarramplas de Piornal.
Fiesta religiosa, celebración carnavalesca y rito arquetípico ancestral, la fiesta del Jarramplas de Piornal traspasa con su singularidad unificada la mirada escindida y múltiple de nuestra empobrecida modernidad. Las conexiones entre las figuras del Jarramplas y San Sebastián tal vez provienen de la forma de muerte asaeteada que nos recuerdan los versos de la "Rosca":
y allí le dieron la muerte con saetas, verdugos fueron.
Ha florecido el árbol
Como sabemos, vivir para un hombre perteneciente a las culturas tradicionales significaba sobre todo vivir según modelos extrahumanos, arquetipos, que ejemplificaban los modelos del cumplimiento y/o quebrantamiento de la ley. El arquetipo pone en evidencia el sentido del sufrimiento, y sean cuales sean la naturaleza y la causa aparente, su padecimiento tenía un sentido. El dolor se convierte en una experiencia de contenido espiritual positivo. Recordemos el ejemplo de los pigmeos Semang, quienes durante la tempestad se arañan las pantorrillas con un cuchillo de bambú y esparcen alrededor gotas de sangre gritando: "¡Ta Pedn!" ("No estoy endurecido, pago mi culpa").
Finalmente, el mecanismo victimario nos recuerda que el inocente sufre precisamente por eso, porque no es culpable. De hecho, la elección de ser "Jarramplas" es plenamente voluntaria. Se sufre sin ser culpable, y al personaje se le humilla y se le golpea hasta un determinado limite. La historia es entendida como un círculo natural que se repite y, desde este punto de vista 'precristiano', es necesario el rito anual, en este caso de tránsito hacia el invierno. Somos esta levedad y esta fragilidad que el Jarramplas de Piornal nos muestra, el sueño del tamboril y la procesión de nieve mientras los otros lanzan sus primeras piedras, "la frescura del agua elemental en la garganta.! La niebla tenuemente luminosa/ que circunda a los ciegos noche y día.! La dirección de quien acaso ha muerto./ La dispersión del sueño y de los sueños." (Jorge Luis Borges, "Ceniza").
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