Víctor A. Díaz Calle
En las décadas de los 60 y 70 se produjo en Piornal, como en gran parte de las zonas rurales del país, un amplio fenómeno migratorio hacia zonas urbanas, en busca de trabajo en industrias ubicadas en núcleos del País Vasco, Madrid y Cataluña principalmente. Fueron muchos los piornalegos que durante ese periodo cogieron sus bártulos y enfilaron en busca de lo que interpretaban una vida mejor para ellos y para los suyos.
Cataluña, y más concretamente, el cinturón industrial de Barcelona, absorbió una importante cantidad de piornalegos. Estimaciones hechas por algunos de ellos confirman que fueron no menos de 150 los que en su día se asentaron en tierras del noreste de la Península. Hospitalet, Esplugues del Llobregat, Cornellà, Sant Feliu de Llobregat, Villafranca del Penedès, Igualada o el mismo Barcelona, entre otras, fueron las localidades en las que se asentaron éstos que en su día abandonaron el Camocho para dar un giro importante en sus vidas.
Los principios, como suele ocurrir en estos casos, no fueron fáciles. Son muchas las cosas que se dejaban atrás, familia, modo de vida, costumbres, tradiciones... Habituarse a una manera de vivir urbana les acarrearon unas dificultades que con entusiasmo fueron poco a poco superándose.
De cara al siguiente enero, durante todo el año la cosa fue tomando cuerpo y un grupo de tres o cuatro mujeres elaboraron un traje de Jarramplas. Sólo faltaba la máscara y fue Ramón, -quién si no- el que aquel verano les regaló una para que estos piornalegos que deseaban celebrar su particular Jarramplas, a casi 1000 Km. de Piornal, tuvieran todo lo necesario para hacerlo. Más tarde hicieron otra máscara en tierras catalanas, disponiendo de esta manera de dos para los actos que más adelante tendrían lugar.
La celebración de las migas en un fin de semana en los alrededores del 20 de enero se fue sucediendo en años posteriores, hasta que allá por 1988 tuvo lugar el primer Jarramplas en Barcelona. Hecho clave para esta primera celebración fue que unos matrimonios se asociaron al "Centro Extremeño Muñoz Torrero" de Esplugues de Llobregat, disponiendo de esta manera de un lugar para la celebración.
La organización corría a cargo de no más de cinco o seis personas sin ningún tipo de vinculación reconocida más que su condición de piornalegos. Ellos se encargaban de convocar al resto mediante llamadas telefónicas, guardar el traje y las máscaras, hablar con el Centro Extremeño para reservarlo para la cena, bailes y demás actos a celebrar.
Se aguantaba, bebiendo, charlando, cantando alborás y diferentes canciones del pueblo, hasta las 4 de la mañana hora en que se hacían las migas. Este modelo de celebración -salida de Jarramplas, cena, baile y migas- se llevó a cabo durante los años 1987, 1988 y 1989.
Entre los motivos que encontramos como explicación del porqué de esta celebración de Jarramplas en Barcelona, encontramos básicamente dos. El primero era sin duda calmar la nostalgia de los piornalegos hacia una fiesta que consideraban muy suya, la fiesta diferencial de su pueblo, pero a la vez, se trataba también de darla a conocer a sus hijos que, nacidos lejos de Piornal, no la habían visto nunca. En la actualidad, son frecuentes los viajes de hijos de piornalegos, desde diferentes puntos de Barcelona, hasta Piornal para participar en la fiesta de Jarramplas.
Actualmente, un sábado del mes de enero de cada año, todavía se juntan a cenar 20 ó 25 personas en un restaurante, para seguir celebrando así su fiesta.
No son pocos los antropólogos que han escrito sobre la reproducción de tradiciones, fundamentalmente asociadas a devociones a imágenes sacras, en Madrid y Barcelona, por parte de andaluces justificándolas como un intento de conservar sus raíces, de mantener lejos de su tierra una identidad que les ligara a ella. Nosotros, los piornalegos que vivimos fuera de nuestro pueblo a veces nos aferramos a este tipo de prácticas como forma de reproducir nuestra identidad de piornalegos, porque ser de Piornal imprime carácter y Jarramplas es mucho Jarramplas.
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