El Jarramplas es considerada la fiesta genuina de Piornal, y constituye el elemento de identidad comunitaria más relevante de cara al forastero. En ella, dos figuras ostentan el protagonismo ceremonial: el propio Jarramplas, que da nombre a la fiesta, y el mayordomo, generalmente un amigo de quien encarne ese año el rol de Jarramplas que cuente con recursos económicos suficientes para asumir la responsabilidad de los gastos. Para ser Jarramplas basta con anotarse en la parroquia y esperar el turno; en este momento la fiesta está boyante y en la lista hay reservas para varios años.
Su función es 'recibir los golpes' que le propina el pueblo arrojándole nabos o patatas durante sus salidas. Un Jarramplas es tanto mejor 'cuanta más fiesta dé', especialmente en la mañana del día de San Sebastián, a la salida de la iglesia; tanto mejor cuanto más tiempo aguante bajo la embestida de los nabos que el pueblo le tira con fuerza.
Por supuesto, el Jarramplas es explícitamente considerado como una representación del mártir aunque no sin ambivalencia. También se dice de él que es un demonio o un ladrón de cabras, según uno de los mitos fundacionales de fiesta: 'un santo en la iglesia y las procesiones, donde no lleva la máscara puesta, y un diablo en la calle, cuando la lleva'. Es difícil saber hasta qué punto este tipo de interpretaciones no hace sino recoger, por boca de los informantes, la doctrina autorizada y autorizante de historiadores y folkloristas locales. En cualquier caso, sí es visible el efecto de imposición de legitimidad que la mera presencia interesada de un público "culto" ejerce sobre algunos aspectos de las fiestas en detrimento de otros.
El relevo de los papeles se produce al término de la fiesta, el día 20 de enero. En casa del mayordomo entrante se reúnen los Jarramplas 'saliente' y 'entrante', y los dos mayordomos. Allí pasan de mano a mano los instrumentos rituales: el traje, la máscara, el tamboril y las cachiporras del Jarramplas, y el símbolo, que consiste en una saeta del mártir forrada en papel de plata y envuelta en una tela púrpura.
Realizaremos aquí una descripción de la secuencia ritual, basándonos en la observación directa que realizamos de la fiesta y en las explicaciones dadas por informantes piornalegos, éstos comienzan su descripción situándose en la mañana del día 19. A primera hora sale a pedir la comitiva del mayordomo, acompañado del Jarramplas -que va ataviado con el traje de pingos y sin máscara- y algunos allegados. A su marcha por las calles del pueblo, que recorren al son del tamboril con una canastilla, los vecinos echan su donación para el santo: una cantidad en metálico o una vela para la iglesia, y obsequian al grupo con trago de vino y un deseo de ¡salud! al que el mayordomo devuelve una fórmula: ¡Que el buen Santo lo premie!.
A mediodía, en la casa del mayordomo, diversos especialistas rituales visten ceremonialmente al Jarramplas, puesto que por la mañana salió sin las protecciones que requiere la violencia física del ritual; una violencia que ya vaticinan los gritos de los quintos, situados al otro lado de la puerta que los separa del lugar donde el Jarramplas se prepara:
no tenga miedo, que cuando salga todos corremos."
El resultado territorial del acontecimiento es el recorrido aleatorio de algunas calles, resultante de los movimientos, en parte intencionales y en parte forzados por la situación. del protagonista ritual.
Sin celebración litúrgica, y mientras se canta la rosca, el mayordomo "baja al santo del trono". Esta acción consiste en desplazar la imagen de San Sebastián de la hornacina que le está permanentemente reservada en el retablo a un altar situado en el pasillo central del templo. Después de este acto, el Jarramplas realiza su segunda salida, de menos intensidad que la de la mañana, y en la que como es prescriptivo en cada enfrentamiento con los tiradores, el Jarramplas es asistido por sus familiares y allegados en caso de dificultad, reservándose la prerrogativa de tirar las cachiporras al suelo, cruzarlas o, en extremo. de quitarse la máscara, signos inequívocos de que la multitud debe detener las agresiones. Como ya sucediera por la mañana y volverá a ocurrir en las salidas sucesivas, el Jarramplas recorre entre los nabos algunas calles del pueblo.
Pegado a su espalda. y por tanto caminando en la dirección de marcha procesional, avanza el mayordomo, flanqueado por dos niños que ejercen de monaguillos. A su alrededor el pueblo en masa canta las alborás, que dan nombre a la procesión y cuyas coplas son las mismas de la rosca entonadas de un modo solemne. La procesión discurre casi a oscuras por una serie de calles pedregosas que recorren la zona más vieja de Piornal, siguiendo un trazado tradicional.
Ya de madrugada, en el local de la cooperativa, se celebran las migas, una secuencia de comensalidad que vuelve congregar al sector de la población que sigue de fiesta asas horas. Invitados por el mayordomo, el Jarramplas, el pueblo y los forasteros comen en un ambiente relajado e inestructurado, en el que circulan platos de migas que se comen con las manos, entre canciones y bromas festivas, y que se orienta hacia un creciente descontrol. Al término de 1as migas quedan unas horas para el amanecer y la gente se retira a descansar.
El Jarramplas, que viene de la casa del mayordomo, recibe a andanada de nabos. En el vestíbulo de la iglesia se quita la máscara, y entonces da inicio la procesión, que esta vez contará con la participación de la imagen del santo. A la vuelta, y tras la subasta de las andas del santo, el cura celebra una misa. A su término, el oficiante da permiso para que el coro de mozas y el niño repetidor interpreten la rosca. La función del niño consiste en reiterar con un soniquete característico el último verso de cada estrofa. El clima emocional crece conforme las coplas se aproximan al fin de la canción. Al llegar a la última copla el tamboril Jarramplas marca un tiempo frenético, y las mozas cantan en medio de un revuelo ocasionado por el aumento la tensión:
al arma, al arma, Sebastián valeroso venció batallas!" La copla da paso a la salida más esperada del Jarramplas. Cuando el pueblo sale de misa los más jóvenes aguardan armados. Según todas las descripciones éste es el momento crucial. El Jarramplas recibe la mayor de las descargas y se espera de él que dé fiesta; es decir, que aguante la mayor cantidad de tiempo posible los tiros del pueblo, concentrado en torno a él en semicírculo, y ocupando la plaza de la iglesia. Un "buen Jarramplas" sabe mantener en esta situación una distancia formal con respecto a la violencia de los tiros, realizando gestos espectaculares, como el de subirse al pretil del pilón sin dejar de tocar el tambor mientras recibe los golpes de los nabos. En este punto, el discurso del informante nos lleva a la tarde. En la iglesia San Sebastián recibirá la adoración de fieles que han ido a besarle, ante la asistencia devocional del mayordomo, el Jarramplas y el conjunto formado por el coro de mozas y el niño repetidor. Cuando el pueblo termina de besar el santo se produce una nueva subasta, esta vez para determinar quién será el encargado de "subir la imagen al trono". A la salida de la iglesia, el Jarramplas, aún en funciones, se dirige a la casa del que será mayordomo el año próximo. Durante el trayecto continúa la lluvia de nabos y el pueblo recorre en todas direcciones el espacio local en función de los desplazamientos del protagonista. Pero poco a poco el clima de fiesta decrece, y cuando el Jarramplas arriba a su destino, ya sólo queda celebrar la ceremonia que simbólicamente anuncia la continuidad del ritual: los mayordomos entrante y saliente y los respectivos Jarramplas se reparten un lomo, costeado ya por el nuevo mayordomo, que a partir de ese momento comienza a hacerse cargo de los gastos y los preparativos de la fiesta. Aquí se detiene la descripción nativa del ritual y también el ritual mismo.
1.- Del libro "Rituales y Proceso Social. Estudio comparativo de cinco zonas
españolas".
Gracias Puerto :)
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