De fiesta en Piornal, un paseo musical
Ronda

Sebastián Díaz Iglesias

Piornal, pueblo serrano del Norte cacereño encaramado en las crestas de Tormantos, a más de 1000 metros de altitud, contempla el acontecer diario del Valle del Jerte, por un lado, y La Vera, por otro, mientras nos muestra su folklore con la misma pureza que la nieve que, año tras año, cubre sus calles y empapa de agua sus tierras de robles, castañas y cerezos, brezos, musgo y helechos.

Apenas iniciado el año, cuando llegamos a los días 19 y 20 de enero, llega Jarramplas, como surgido de las profundas simas del mal. Acaso los orígenes ganaderos de este pueblo, en el que actualmente predomina una economía de carácter agrícola, sirva para explicar el mito que representa esa figura enmascarada, cubierta con un traje repleto de cintas multicolores que, a la vez que hace sonar el tamboril, recibe impertérrito, desafíante a veces, la avalancha de nabos que, con no poca fuerza, impactan sobre su cuerpo, provenientes de todas partes. ¿Es, acaso, la representación del castigo al ladrón de ganado lo que esta fiesta quiere mostrar, desde hace siglos? Mas, como en toda fiesta, no podía faltar la música: las "alborás" del día 20; la "rosca" a San Sebastián, y la "ronda" del mediodía dan buena cuenta del sugerente folklore musical que acompaña a la del Jarramplas.

Las "alborás" son cantadas por todo el pueblo, en una procesión nocturna sin el Santo, acompañándose de un tamboril que arranca los sonidos con grandes cachiporras. La "rosca", sea la de San Sebastián, sea la de la Virgen, San Roque, el Cristo o el Niño, viene a ser por sus características la principal forma musical religiosa de Piornal. La del 20 de enero da fin a la misa y anuncia la inmediata salida de Jarramplas. La canta un grupo de mujeres, elegidas cada año para este fin por el mayordomo, y un niño: éste repite en cada estrofa el último verso, dando pie a las cantoras para que, a su vez, repitan los dos últimos. Entre estrofa y estrofa suena, con su peculiar y determinado ritmo, el tamboril.

Coinciden las letras de las "alborás" y la "rosca", si bien en ésta el orden está prefijado. La mayor parte de las letrillas se refieren a San Sebastián, al estar la fiesta de Jarramplas íntimamente relacionada con su festividad; pero también menudean las de carácter profano. He aquí ejemplos de unas y otras:

Rosca de Jarramplas

"Sebastián valeroso,
hoy es tu día,
todos te festejamos
con alegría.

A la guerra, a la guerra,
al arma, al arma,
Sebastián valeroso
venció batalla.

La mujer de Jarramplas
está dormida
y si no se levanta
no come migas.

Salga usted, Jarramplas
no tenga miedo,
que, cuando usted salga,
todos corremos."

Por otra parte, la ronda por las calles varía cada año, según determina el mayordomo. En ella, laúdes, bandurrias y guitarras, caldero y botella, almirez y tamboril se dan cita para acompañar el canto de las jóvenes de la "rosca", del mayordomo y de cuantos siguen la ronda, en la que Jarramplas, ahora sin máscara, es el único que no canta.

Quintos

Poco tiempo después, mientras unos continúan con el cuidado de los cerezos para asegurar la próxima cosecha y otros ultiman sus preparativos para viajar a La Vera a la recogida del espárrago, los quintos celebran su semana. Durante siete días y a manera de preparación de su partida para realizar el servicio militar, conviven en una casa deshabitada, dedicándose a recorrer el pueblo, mientras cantan canciones alusivas al son de tamboriles construidos por ellos, acompañándose de un macho cabrío de cuyo cuello cuelgan cintas de colores. La canción de los quintos, aunque mantiene la melodía tradicional, cambia cada año en su letra, adaptándola a los apodos familiares de los miembros del grupo. Así, en este año del 95, podemos escuchar:

"Quintos del noventa y cinco
y todos mejor que tú
que llevamos por delante
al hijo de tío Cachú."

También se utilizan letras picarescas y otras propias de taberna:

"Al entrar en la taberna
tres cosas hay que pensar:
beber mucho y hablar poco
y salirse sin pagar

El vino tinto es mi primo
y el aguardiente pariente
y en llegando a la taberna,
me encuentro con toa mi gente."

No resulta ya habitual la llamada "canción de ida", más solemne que las anteriores, cuyo texto alude a la salida del pueblo -los mozos se dirigían andando a Plasencia-, a lo que en él se dejaba y al punto de destino, con diversos estribillos.

"Ojos que te vieron ir
por el puente el Molinillo,
cuándo te verán volver
por la cruz del Torrisquillo.

Al pasar por Leganés
me tengo que retratar,
por ver si me sienta bien
la ropa de militar.

De que soy quinto
mi madre llora.
La mi morena
la dejo sola,
la dejo sola
la he de dejar.
se van los quintos,
se van, se van."

Ronda

Y llegamos al carnaval. De las formas de celebración tradicional, sólo quedan las canciones, habiéndose perdido diversas costumbres, como la de "pingonear" los gallos, para luego comerlos en corroblas de amigos. Canción común, acaso por lo que generaba de "pique" entre hombres y mujeres, era la que, por la letra del estribillo, se conoce como "la tomatera".

 

"Que la tomatera
que no da tomates
que no es tomatera,
que es hierba que nace.

Que la pimentera
que no da pimientos
que no es pimentera,
que es hierba del huerto..."

Seguirán apareciendo otros frutos en el estribillo, mientras se lanzan dicterios recíprocamente hombres y mujeres.

"Vengo de la carbonera,
miro lo que te he comprao:
uno cincha y una albarda,
un jorcón y un arao.

Tú te tienes, tú te tienes,
tú te tiense porque vales
y yendo a sacar patatas
ya no tenemos o naide.

La floración del cerezo y la recogida de su fruto hacen que la vida del pueblo gire en torno a este árbol. Cuando todavía las cerezas no eran la base de la economía local, la celebración de San Juan con el "pinchote de San Juan" o tronco de árbol untado de manteca y coronado de viandas para el que fuera capaz de llegar a lo más alto, cobraba cierta notoriedad. Perdida la tradición, hemos de esperar al mes de agosto para seguir de nuevo el paso de las rondas, y llegar a las fiestas de San Roque -16 de agosto-, precedidas del día de la Virgen y seguida del día de San Roque chico, el perro de San Roque y la 'perronilla' -del 17 al 19-, en las que alcanza gran interés folklórico el paseo del Ramo, adornado éste con roscas y roscón, amén de otros ricos manjares. Musicalmente la rosca consta de una parte cantada por mujeres, a capella, y un estribillo instrumental, a cargo de la flauta de tres agujeros y el tamboril.

Pero también es tiempo de capeas y toreras. Cuando, antaño, los mozos iban lejos en busca de los toros para la fiesta, era momento apropiado para interpretar, a la vuelta, las citadas toreras:

"Ya viene el torito bravo
por la Sierra de Tormantos
y los mozos piornalegos
torera vienen cantando.

Echa otro trago
de ese puchero,
que me se va ensecando
el gallivero."

Las toreras seguirán acompañando el festejo taurino, celebrado en la plaza del pueblo, en la que ventanas y balcones se convertían en inmejorables tendidos para el disfrute del espectáculo:

"Ya está el torito en la plaza
y el torero en la barrera,
las mozas, en los balcones,
pidiendo que el toro muera.

Torero, tira la capa.
Torero, tira el capote
y súbete a la ventana;
mira, que el toro te coge.

Mira, que el coro te coge;
mira, que el toro te pilla.
Torero, tira la capa
y ponle las banderillas."

Cuando el verano va llegando a su término, aparecen en la víspera del Cristo -l4 de septiembre-, recuperadas en los últimos anos, "las cuartillas". Las cajas de madera troncopiramidales que se utilizaban como unidad de medida de los cereales se llenan de grano, dulces, frutas, etcétera. Las mujeres que realizan las ofrendas las portan en su cabeza hasta la plaza de la iglesia, acompañadas por el tamborilero que no deja de tocar la flauta y el tamboril. Después vendrá la subasta de tales ofrendas.

No podía faltar dentro del folklore musical piornalego la "rosca del Cristo", como tampoco falta la rosca pertinente en Navidad. La llamada "antigua", más por su letra que por su melodía, con cierto aire marcial, resulta un villancico de gran pureza. 'La rosca al Niño", "De la sacristía sale", etcétera, ofrecen un aire más navideño. La tradición de pedir el aguinaldo se perpetúa hasta nuestros días.

Ronda

Características del folklore piornalego son las rondas. Ni siquiera hace falta que sea día festivo para que nos encontremos por la calle con una de éstas, no pudiendo faltar, desde luego, en las vísperas de boda. Una serie de canciones -"Pichona mía", "Los guarrapinos", "Por tu puerta me voy embalando"...-, de estrofas variables, en las que se mantiene fijo el estribillo, resultan asiduas. A gusto de la persona o personas que "salen" -es decir, que iniciam el canto-, cuando se quiere concluir la canción no hay más salir con una "despedida":

"Aquí va la despedida,
la que echan los piornalegos,
cesta arriba, cesta abajo
aquí están los cereceros."

Dentro del cancionero de las rondas, resultan de gran belleza la "Jota piornalega" y la "Rondeña rabiosa", en las que la melodía cantada -guiada en la primera por el laúd y la guitarra y en la segunda por esta última- alterna con pasajes instrumentales. A dichos instrumentos se añade todo un muestrario de elementos sonoros populares: almirez, caldero, sartén, tapaderas...

Roscas, toreras, rondas, rondeñas, jotas, villancicos, no son las únicas formas musicales que perviven. No podía faltar el mundo del romance, con el clásico tema de "la Serrana de la Vera", como no podían faltar las características canciones de boda y tornaboda altoextremeñas. El difundido tema de "La iglesia se ilumina", adquiere sus propias peculiaridades literarias y musicales en las estrofas, aunque en el estribillo se siga la línea melódica de la versión de Cáceres; el carácter lírico de este género de canciones se acentúa en temas como el de "La Bellaflor":

"La bella flor
cargadita va de amor.
La bella rama
que de amores va cargada."

Pero, no obstante, las peculiaridades que podamos señalar en la música tradicional piornalega, se inserta ésta en un marco más amplio: el de la tradición verata. Algo fácil de explicar, si tenemos en cuenta el paso de los cabreros veratos a la sierra en el verano o el de los piornalegos a los campos veratos, donde pasaban largas temporadas; como también las relaciones comerciales, las faenas de recogida del pimiento o, en nuestros días, del espárrago y el tabaco; capaz pues, todo ello, de crear, ese canal sonoro de comunicación que sirve para el enriquecimiento mutuo.

Este artículo aparece en el libro "Raíces. Extremadura Festiva" Tomo II
Capítulo VI "De fiesta por los pueblos extremeños".
Coordinador: Francisco Tejada Vizuete
Diario HOY. Grupo Caixa Geral de Depósitos "Banco de Extremadura".

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© Víctor A. Díaz Calle. 1997-2002