3.2.6.- Ciclo de la vida

Tesis Doctoral
"El folklore de Piornal: estudio analítico
musical y planteamiento didáctico"

presentada en Cáceres, el 29-5-2000, por
Rosario Guerra Iglesias

Folklore Infantil. Nacimientos y métodos de crianza

El nacimiento del primer hijo ha sido, durante mucho tiempo, un suceso inmediato al matrimonio. Ya el mismo día de la boda se canta a la próxima y pronta procreación:

A los recién casaditos
Dios les dé buena fortuna
que otro año por ahora
tengan un niño en la cuna.

Desde que la mujer queda encinta, ésta y las abuelas empiezan a preparar el ajuar del niño compuesto de pañales, culero, ombliguero, frisa, fajero, faldón, muda, mantilla, babero y mandilón. Por su parte, el padre prepara, con madera, la cuna, las andaeras y el carro.

Los niños han nacido en el propio domicilio familiar, hasta hace muy pocos años (a partir de los años 70, todos nacen en Plasencia), siempre ayudados por la partera, mujer experta en estos menesteres, aunque sin estudios profesionales. A veces el practicante asistía al parto, aunque la parturienta y la partera compartían todo el peso del alumbramiento (comenta un padre: "mientras la mujer estaba pariendo, el practicante y yo nos bebimos tres litros de vino y nos comimos un lomo en la cocina").

El bautizo suponía un rito de incorporación del niño a la comunidad. Del niño no bautizado se decía que estaba moro. Después de la celebración religiosa, se iniciaba el pilongueo. Los niños del pueblo iban a la casa del bautizado desde donde los padrinos les arrojaban caramelos y monedas. Todos se echaban sobre el suelo para recoger el preciado galardón al grito de "¡aquí, aquí!". Si consideraban que era muy poco dinero arrojado, todos gritaban al unísono "pi, pilongo, pi, pilongo, pi". Aún hoy se realiza el pilongueo.

El alimento fundamental de los recién nacidos era la leche materna. Esta leche fue, durante mucho tiempo en Piornal fuente de ingresos para muchas familias, convirtiéndose sus mujeres en "amas de cría", que amamantaban a los niños cuyas madres no podían hacerlo. Algunos de los amamantados eran hijos de ricos, otros sin embargo procedían de hospicios y casas cuna. Las amas los criaban y a los seis años, en muchos casos, los devolvían, cosa que muchas mujeres no hicieron ya que en ese tiempo llegaron a tomar tal cariño a esos niños que decidieron quedarlos como un hijo más.

A pesar del mucho trabajo que tenían las madres yendo a lavar cestos de ropa a las gargantas, en muchos casos la higiene no era todo lo deseable que debiera haber sido, siendo la falta de hábitos higiénicos uno de los factores determinantes del alto índice de mortalidad infantil, hasta mediados de este siglo.

Desde pequeños los niños participaban de las tareas agrícolas y ganaderas de los padres, ocupándose dentro de estas de los elementos más adaptados a su condición de niños, como, mover el heno, arrancar jaramagos, coger helechos para encamar las jaulas de las cerezas, coger cerezas de las ramas bajeras, echar de comer a las gallinas, coger los huevos, ir a dar de beber al mulo, coger hojas para las camas de los cochinos, desgranar panizos (grano de maíz), coger aceitunas, arrancar y trocear gamonas, etc.

Los niños desde los primeros años, pasaban algún tiempo interactuando con sus padres mientras estos trabajaban, así por ejemplo en época de recolección de cerezas, familias enteras pasaban algún tiempo en casetas construidas para este fin, en el mismo huerto, con unas condiciones francamente deficitarias (sin agua corriente, sin luz, etc.).

También desde los pocos años, los niños piornalegos se acostumbraban a andar ya que, dada la altitud del pueblo, las fincas solían estar muy alejadas (muchas en el mismo valle, junto al río) y los automóviles no han empezado a utilizarse de forma generalizada hasta los años 80.

La escolarización ha resultado, hasta la implantación de la E.G.B., muy desigual entre unos niños y otros según los niveles socioeconómicos, recibiendo esta una menor consideración entre los estratos sociales más bajos. Una informante afirma que su madre le pegaba si, por ir a la escuela, desatendía sus labores, justificando con ello el que apenas sepa escribir.

Durante mucho tiempo han sido habituales situaciones de absentismo, permitidas por los padres que necesitaban a los niños para épocas de recolección, emplearlos de porqueros, aprendices de oficios, de niñeras, sirvientas, etc.

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Juegos infantiles

Como cualquier otro lugar, incluso en otras culturas, los niños piornalegos han jugado y siguen jugando, si bien las mejoras en vías y medios de comunicación ocurridas en los últimos años, han llevado a que cada vez sea más difícil hablar de juegos autóctonos de Piornal.

Hoy día los juegos tradicionales han ido dejando paso a los juegos con máquinas y la televisión, aunque se mantienen los sempiternos juegos deportivos, los juegos de roles, y algunos otros con pequeñas modificaciones.

Para los niños de hoy, puede resultar una novedad oír hablar de juegos como la calvotá, churro, media manga y manga entera, til calán, a la una anda la mula, Don Juan, la malla, la lina, palo, el tute, tres novillos, el cuerno, los agallos, etc., juegos que durante mucho tiempo, fueron fuente de diversión, entretenimiento, socialización y formación de los niños de entonces.

Cabe mencionar también las formas tradicionales de echar, para ver quién se la quedaba, como es el caso de las fórmulas de Don Juan de Villa Naranja..., oro y plata, cabe y corto, barril, barrilón, tengo un pajarito, etc.

Como juegos asociados a música señalamos los típicos de comba y corro, juegos fundamentalmente de niñas.

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Los Quintos

El ritual de quintos supone el paso a la mayoría de edad de los jóvenes.

Existen tres momentos importantes en este proceso. El talleo, el sorteo y la ida (ia).

El talleo o momento de reclutamiento, convierte al grupo de jóvenes en quintos de la que viene. Se realizaba el primer trimestre del año. Los mozos con alguna prenda militar, organizaban sus rondas, siempre en compañía del tamboril, un chivarro adornado y el pinchoti de quintos, rama de la que colgaban los chorizos, morcillas y otros regalos de madrinas, tías, novias, etc.

El día del talleo la casa del mozo organizaba una fiesta con desayuno, convite y almuerzo para todos los familiares.

En los últimos años, el día de Nochevieja se ha convertido en un momento, previo al talleo, de una gran importancia en este ritual. Los quintos entrantes reciben el castigo de los salientes en la plaza de la Iglesia al son de cohetes y jijeos, y seguidamente hacen una ronda que deberá durar toda la noche.

También son recientes por una parte el festejo de la llamada semana de los quintos, que se inicia el miércoles de ceniza, en la que las rondas, el macho y el pinchote no han de faltar, y por otra, el dotar a todo el pueblo y forasteros de suficiente cantidad de nabos para lanzar a "Jarramplas" (hasta cinco mil kilogramos, algún año), tubérculos obtenido robándolos o comprándolos).

El sorteo, celebrado en el último trimestre del año, es precedido de nuevos encuentros como las del talleo, pero sin tamboril, macho y pinchote. Los mozos paseaban las calles cantando, cogidos de los hombros.

La noche del sorteo se solía dar una cena, más íntima que las comidas del talleo, para los familiares más directos.

La ia (ida) supone la angustiosa separación del mozo de padres y novia.

Antiguamente era costumbre bajar hasta el Valle del Jerte andando para acompañar al mozo.

Las letras y música de los cantares ahora se tornan más tristes, en la misma línea del pensar de los cantores.

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Noviazgo y matrimonio

Todo comienza por hablarse, en la fuente, en las faenas del campo, en el baile, etc. Los primeros contactos eran transporteru, o sea, sin el conocimiento oficial de los padres y sin perspectivas definidas.

Para la entrada en casa se usaba el ritual de las porras. El pretendiente va a casa de la novia con una porra de madera y una bota de vino, en compañía de su mejor amigo. Deja la porra junto a la puerta, grita "¿porra aentru, porra juera?". Y espera la respuesta. Si era aceptado, el mozo oía "porra aentru!" o "porra a la escalera!" o "¡porra a la cantera!". Si no, "¡porra juera!" o "¡porra al umbral!".

A partir de esta primera reunión, los novios dejaban de verse transporteru y se iniciaba una relación que requería de la realización de ciertos formalismos, como era la visita del novio a casa de la novia, todas las noches, el regalo de la cesta de pascua, etc. Además, la madre del mozo debía ir a casa de la novia, para dar su consentimiento, dil dasentil.

El siguiente paso, tras un tiempo prudencial de noviería, eran los Conciertos, o anuncio oficial de la próxima celebración. Previa a ellos, había una reunión de ambos padres en casa de la novia para decidir fechas, hablar del ajuar, etc. En ella podía faltar el guisau.

Unos días antes de los Conciertos, los padres salían a avisar para esta fiesta a celebrar en casa de la novia, en la víspera del primer amonestorio. En ella se designan los padrinos (que deben ser de la parte del novio), la novia da el sí y se reparten entre los invitados cuarenta panes y cuarenta quesos, tocando a cada uno su ración de queso y cuarterón de pan.

El día del amonestorio hay convite antes de la misa y una cuartilla de vino para la mocedad, después de esta, además de las pertinentes rondas por las calles del pueblo, en las que se enseñaba a los lugareños la cuanilla (cesto de castaño con toallas, pañuelos, cubiertos, etc.), que la madre del novio había regalado, esa mañana, a la novia.

El día de la boda, al primer toque de campanas, antes de las nueve de la mañana, sale la comitiva de la casa del novio. Al segundo toque se une a ella la comitiva de la novia. Al son de la música van a la iglesia, donde entran después de que los novios hayan dado el sí.

Después de terminar con el ritual de las velaciones en el templo, todos en ronda van a casa del novio donde espera la madre de este, que no ha acudido a la ceremonia. Luego todos van a casa de la novia al almuerzo, donde se da buena cuenta de las sopas de huevo, lomo de bola, menudillos y otros manjares. Continúa la ronda y los bailes hasta la hora de la comida principal. Previamente se ha ido a visitar la casa de los nuevos desposados. En esta comida no faltan la caldereta, el arroz con cachuelas o con hígado y el arroz dulce. Y nuevamente la ronda y el baile acompañan hasta la hora de la cena. Al acabar de cenar, los invitados dejan en bañas y mesas los regalos y se disponen a acompañar a los recién casados a su nuevo hogar. Continúan la música y el baile y ya a altas horas de la noche, las migas y el vino dan fin a este ajetreado día.

La tornaboda lleva implícita nuevas comidas y más rondas que concluyen este ritual de la boda.

Durante mucho tiempo se han considerado diferentes situaciones entre la pareja como conductas desviadas, que la comunidad ha tendido a controlar. En el caso de las relaciones prematrimoniales, o convivencia en pareja sin paso previo por la vicaría (amontonarse).

En estos casos es costumbre correrlis las campanillus. Se trata de hacer sonar unos campanillos o cencerros, produciendo un ruido más intenso que cuando pasa una piara de cabras, acompañando al alboroto con frases como:

"Primu ¿sabis lo qu´ha pasau?
Que fulanu y fulana
s´han amontonau".

También era costumbre correr los campanillos cuando un matrimonio se separaba (desapartarse) y pasado algún tiempo volvían a vivir juntos. Cuando se casaban parejas entre cuyos miembros había una gran diferencia de edad. Y en los casos de las bodas de viudos, especialmente si no había transcurrido un tiempo prudencial de luto por sus respectivos cónyuges.

Para denunciar la infidelidad se ha utilizado el manojo de cuernos y campanillos colgados en la tranca de la puerta de la casa conyugal.

Las bodas solamente "por lo civil", son celebraciones muy modernas, tanto que la primera realizada en Piornal data de marzo de 1993.

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© Víctor A. Díaz Calle. 1997-2002