Jesús Martín Borregón    
Yo llevaba poco tiempo trabajando en esta provincia y no tenía referencia alguna de este pueblo. Ante la insistencia de mi cuñado decidimos conocerlo. Resultado, 19 años en Piornal. Una de las etapas más felices de mi vida. Es justo reconocer que ni mi familia ni yo podríamos haber sido felices aquí sin haber encontrado en este pueblo el cariño, la amistad, el respeto, la confianza y, en ocasiones, el perdón que encontramos. ¡Cuántos recuerdos guardo en mí de esta convivencia entre vosotros!. Claro está que, por mi profesión, estos recuerdos los hay plenos de alegría y satisfacción y otros llenos de pena y tristeza. La propia vida.
Al principio de mi llegada hubo ciertos aspectos, que aun siendo yo pueblerino, me llamaron la atención. Por ejemplo, ese tono peculiar al hablar, esa musicalidad del acento piornalego; el frio que hacía, llegamos en pleno invierno; lo llano que era el pueblo para estar en plena sierra; la fiesta de Jarramplas y unas cuantas cosas más. Pero todo esto era lo superficial. Poco a poco me fui percatando de que el piornalego era agricultor de faena dura y mucho esfuerzo, conocedor de su trabajo y diestro en sus tareas. Que la mujer piornalega posee una gran capacidad de sacrificio, trabajo, sentido familiar y amplias miras de progreso.
En Piornal, sin lugar a dudas, anida un fuerte espíritu de trabajo, esfuerzo, sacrificio y superación. De otra forma no se habría podido alcanzar las cuotas de desarrollo que tiene en la actualidad y que, a buen seguro, la juventud piornalega se encargará de superar, sin olvidar sus raíces. Nada seremos si no reconocemos nuestra propia historia.
Lejos han quedado aquellas casas tan poco acondicionadas para soportar los duros inviernos. Lejos la época en que los coches eran viejos y los conductores nuevos.¡ Qué diferencia de parque móvil con el actual!. Es llamativo el número de universitarios en Piornal. Es indudable que este pueblo progresa adecuadamente.
He de referirme al sentimiento de solidaridad existente en los piornalegos, puesto de manifiesto en no pocas ocasiones. Recuerdo la afluencia de gente en las donaciones de sangre, siempre se superaban las previsiones. El apoyo moral a los enfermos no les falta por parte de sus convecinos. El piornalego está presto en la ayuda material, humana y afectiva.
Mi traslado a Cáceres, aunque voluntario, estuvo lleno de pena y zozobra. Algunos de los aquí presentes bien lo saben. Pero en aquel momento tocaba ser padre y vigilar de cerca la evolución de los hijos en los estudios. Aunque he tenido suerte en Cáceres, el principio allí no fue fácil. Se echaba, y se echa, de menos lo que consideras tu gente: tus amigos, tus pacientes, tus vecinos, en definitiva, tu pueblo. Qué decir de esos paseos por la Padrona hasta Oliva Martín. Cómo no recordar los días de caza o las tardes de tiro al plato o el ratito de tertulia en el bar después de la consulta. Para mí es una alegría encontrarme con algún piornalego en Cáceres, y poder recibir alguna información de este pueblo. Sin lugar a duda, tanto mi mujer, como yo y mis dos hijos, que son y se sienten piornalegos, siempre estaremos unidos a este pueblo
En fin. Hoy vuelvo para, desde aquí, anunciar el comienzo de días de alegría y diversión. Que atrás queden los sinsabores, las dificultades cotidianas y las largas jornadas de esfuerzo. Mi deseo es que la alegría y la amistad nos envuelvan a todos. Son días en los que hay que aprovechar para limar diferencias y olvidar rencores.
Y nada más.
GRACIAS PIORNAL
¡VIVA PIORNAL!
¡VIVA SAN ROQUE!
Piornal, 14 de agosto de 2012
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